Hoy hemos sabido que los unicornios existen. Dicen que es un corzo italiano con una malformación genética. En ocasiones odio la ciencia, que tanto nos ha dado, por querer quitarnos los sueños y las fantasías que nos hacen ser más niños y menos adultos, que nos hacen soñar más despiertos y dormir más profundamente. Pues ¡que se joda la ciencia!, porque los unicornios existen. Y si los unicornios existen cualquier cosa puede pasar, hasta mis sueños y los tuyos (puede que alguno tu y yo coincidamos), aunque la ciencia hable de probabilidad, los envidiosos hablen de suerte, los que no tienen sueños por lograr de perseverancia yo hablo de unicornios.
Así que yo, con o sin permiso de la ciencia, juro ante el Word que soporta mis devaneos y el Mac que aguanta mis tecleos a cuatro dedos, que voy a seguir luchando por mis sueños, ya sea el que toma forma como el sensual cuerpo y la maravillosa mente de la mujer que me encandila o aquel de ser el artista en el cuerpo de un científico que me enjauló durante mucho tiempo y cuya piel de parafina estoy empezando a mudar porque…
¡¡¡¡LOS UNICORNIOS EXISTEN!!!!

viernes, 13 de junio de 2008
jueves, 12 de junio de 2008
En vuelo chárter y sin escalas.
Hace un rato, mientras desayunaba, veía uno de esos programas culturales que a horas tan ilógicas, como las diez de la mañana, ponen en una televisión pública que ni busca (por sus resultados económicos) ni debería buscar competir a beneficios y audiencias con el mercado privado, una programación cultural, en ocasiones obsoleta y en otras aceptable que debería estar en horarios que niños y adultos curiosos pudieran disfrutar. En dicha programación, que gracias a mis aficiones noctámbulas suelo disfrutar cuando desayuno, hoy emitían un programa sobre Lorca y La huerta de San Vicente (Casa de Verano y de apartes de Poeta) se exponía la importancia de dicho autor a todos los niveles de la cultura de su época y cuyo legado trascendecie de nuestros días.
Esta larga introducción es para poner en antecedentes un hecho: como otras muchas veces, en la soledad de mis libros o en la compañía de más o menos amigos, cuando cambiábamos el mundo entre cerveza y cerveza, entre copa y copa o entre ... me planteaba cuan usada políticamente está la imagen de los autores andaluces, algunos de ellos alcance que supera cualquier tipo de alambre de pinchos o tela multicolor escudada y como de desconocida es dicha imagen y, por supuesto, una obra deliciosa, a veces dura, pero siempre maravillosa. Esto sólo es el extremo más apestoso de la INCULTURA de mi tierra, a la que quiero como se quiere a una familia como la de Bernarda Alba, es decir, se quiere y se odia casi a partes iguales. Mi tierra, se vanagloria de autores que no conoce, de monumentos que no visita, de playas que no cuida de no ser por obligaciones de banderas azules y de niños en edad de crecer por dentro y por fuera que desconocen, por desidia parental, docente y política, como su vida y la de sus ancestros está retratada de una manera maravillosa y por verdaderos artistas, que poco tienen que ver, al menos con la imagen actual, con las diversas Ferias, Rocios o Semanas Santas.
Como dijo una vez un escritor denostado por muchos, por ser 'progre' y poco reticente a callarse sus opiniones, y me refiero a Arturo Pérez Reverte, Sevilla, y que yo lo estrapolo a Andalucía, "sigue resignada a ser una pequeña ciudad - región - onanista y a veces analfabeta" ('El ombligo de Sevilla'. ARTURO PÉREZ-REVERTE | El Semanal | 17 de abril de 2005 ).
Por eso, si seguimos mirandonos al ombligo dirigidos por las manos de unos pocos y, lo que es peor, dejamos que nuetros futuros adultos sean igual o más borricos que nosotros, los actuales, estamos condenados a vivir de un turismo de sol y playa, que se escapará, primero a los Balcanes y después a otros sitios de precio humillante para los autóctonos que los reciben con más recelo que alegría. Ese turismo, base total de la economía que aplaude al estafador, que protege al corrupto por acostarse con la folclórica, será el que algún día lloraremos y no sabremos como despegarnos de algo que ya no está y que llegó cuando el dictador de metro y medio hundía este pais, con el beneplácito de su población, en la miseria, y todo se irá de la misma manera que llegó, en vuelo chárter y sin escalas.
Esta larga introducción es para poner en antecedentes un hecho: como otras muchas veces, en la soledad de mis libros o en la compañía de más o menos amigos, cuando cambiábamos el mundo entre cerveza y cerveza, entre copa y copa o entre ... me planteaba cuan usada políticamente está la imagen de los autores andaluces, algunos de ellos alcance que supera cualquier tipo de alambre de pinchos o tela multicolor escudada y como de desconocida es dicha imagen y, por supuesto, una obra deliciosa, a veces dura, pero siempre maravillosa. Esto sólo es el extremo más apestoso de la INCULTURA de mi tierra, a la que quiero como se quiere a una familia como la de Bernarda Alba, es decir, se quiere y se odia casi a partes iguales. Mi tierra, se vanagloria de autores que no conoce, de monumentos que no visita, de playas que no cuida de no ser por obligaciones de banderas azules y de niños en edad de crecer por dentro y por fuera que desconocen, por desidia parental, docente y política, como su vida y la de sus ancestros está retratada de una manera maravillosa y por verdaderos artistas, que poco tienen que ver, al menos con la imagen actual, con las diversas Ferias, Rocios o Semanas Santas.
Como dijo una vez un escritor denostado por muchos, por ser 'progre' y poco reticente a callarse sus opiniones, y me refiero a Arturo Pérez Reverte, Sevilla, y que yo lo estrapolo a Andalucía, "sigue resignada a ser una pequeña ciudad - región - onanista y a veces analfabeta" ('El ombligo de Sevilla'. ARTURO PÉREZ-REVERTE | El Semanal | 17 de abril de 2005 ).
Por eso, si seguimos mirandonos al ombligo dirigidos por las manos de unos pocos y, lo que es peor, dejamos que nuetros futuros adultos sean igual o más borricos que nosotros, los actuales, estamos condenados a vivir de un turismo de sol y playa, que se escapará, primero a los Balcanes y después a otros sitios de precio humillante para los autóctonos que los reciben con más recelo que alegría. Ese turismo, base total de la economía que aplaude al estafador, que protege al corrupto por acostarse con la folclórica, será el que algún día lloraremos y no sabremos como despegarnos de algo que ya no está y que llegó cuando el dictador de metro y medio hundía este pais, con el beneplácito de su población, en la miseria, y todo se irá de la misma manera que llegó, en vuelo chárter y sin escalas.
Como Leon Werth.
Tener hijos es como la buena pornografía. Cuando ves porno esperas ver cosas que no has podido, que hace tiempo que no haces o que te gustarían hacer.
Cuando se tienen hijos se suele proyectar lo que a uno le hubiera gustado ser o llevar a cabo o, en este caso, se intenta que los vástagos no cometan los mismos errores que sus padres para que estos nuevos proyectos de adultos lleguen a ser lo que ellos no han sido. Suele ser el error de la mayor parte de los padres y todo esto lleva a las generaciones contiguas a estar en un conflicto constante, pues uno ve en el hijo su último cartucho para ser lo que no fue mientras el otro ve en su padre el mayor impedimento de ser él mismo.
Por que todos, como hijos, necesitamos equivocarnos, elegir nuestro camino y, si bien es cierto que la experiencia paterna puede ayudarnos a ser mejores y a vivir mejor (no siempre esta parece ser la norma más habitual) no es suficiente para que las generaciones nuevas permitan que las ‘adultas’ les hurten su rol y sus experiencias vitales más personales.
Así que, los que ya sois padres pensad, como en la dedicatoria a León Werth en el principito, que una vez fuisteis niños, a los que lo seáis algún día tomad nota de alguien que, por su día a día convive con el conflicto y los niños, no penséis en cuando seáis adultos, pues ya tendréis tiempo de lamentar serlo.
Cuando se tienen hijos se suele proyectar lo que a uno le hubiera gustado ser o llevar a cabo o, en este caso, se intenta que los vástagos no cometan los mismos errores que sus padres para que estos nuevos proyectos de adultos lleguen a ser lo que ellos no han sido. Suele ser el error de la mayor parte de los padres y todo esto lleva a las generaciones contiguas a estar en un conflicto constante, pues uno ve en el hijo su último cartucho para ser lo que no fue mientras el otro ve en su padre el mayor impedimento de ser él mismo.
Por que todos, como hijos, necesitamos equivocarnos, elegir nuestro camino y, si bien es cierto que la experiencia paterna puede ayudarnos a ser mejores y a vivir mejor (no siempre esta parece ser la norma más habitual) no es suficiente para que las generaciones nuevas permitan que las ‘adultas’ les hurten su rol y sus experiencias vitales más personales.
Así que, los que ya sois padres pensad, como en la dedicatoria a León Werth en el principito, que una vez fuisteis niños, a los que lo seáis algún día tomad nota de alguien que, por su día a día convive con el conflicto y los niños, no penséis en cuando seáis adultos, pues ya tendréis tiempo de lamentar serlo.
miércoles, 11 de junio de 2008
El acicate
Vivir consiste en quejarse de cosas sin importancia hasta que un día nos pasa algo importante y vemos la realidad de nuestras antiguas quejas. Ese día todo ocupa su sitio, en algunos casos es tarde, en la mayoría es el mejor momento, por eso, la mayoría necesitamos el acicate de un aviso para empezar a vivir de verdad.
martes, 10 de junio de 2008
Un 'casi na'.
No hace muchos años, en una cena familiar, le dije algo a mi madre que en muchas ocasiones le había comentado a mi hermano:
- Mama ¿a mi por qué no me gusta el fútbol como a los demás, en vez de montar en moto, subir montañas o viajar?
Mi madre rió y me dijo, siguiendo la broma, que me sucedía esto porque venia de gente ‘bien’ y que me gustaba vivir como a ellos.
Sin denostar a los amantes del balompédico deporte, ni la explicación aparentemente sarcástica de mi madre, yo, realmente, no quería saber el por qué científico, y, para ser sincero, no quería conocer ningún por qué. Cuando lancé esa pregunta que tantas veces había lanzado, sólo me quejaba y a la vez disfrutaba de mi condición de curioso empedernido y enganchado a lo novedoso y a todo aquello que me aporte cualquier cosa positiva a cualquier plazo de tiempo.
Mi vida, en todos sus aspectos, es idéntica a mis aficiones. En cuanto al trabajo, me canso en breve, no aguanto a los jefes, creé mi empresa para dedicarme a lo que creía más me gustaba hace casi seis años sin aguantar órdenes. Hace casi uno puse en marcha mi segunda empresa (todo ello sin ayudas externas y sin dineros ajenos a los conseguidos por mi y mi afán) y todo mezclado siempre, y también revuelto, con mis aficiones: fotografía, literatura y, por supuesto, cine.
Lo mezclo todo, y se ha dado alguna vez el caso de que alguien me ha preguntado a que me dedico y no he sabido que responder ¿fotógrafo? lo soy, ¿publicitario? lo soy ¿guionista? lo soy ¿director? lo soy ¿maestro? lo soy ¿empresario? lo soy… todas estas cosas con trabajos, en mayor o menor grado, que las respaldan.
El ‘no va más’ de mi exigencia, mi inconformismo y mi deseo de lo complejo, que no lo complicado, es el tema de las relaciones sociales y personales. Los amigos los quiero inteligentes siempre, borrachos cuando sea el momento, curiosos a juego con la inteligencia y, sobre todo, amigos. Y, el caso extremo en las relaciones sociales es el tema que se refiere a las féminas, pues, lo siento por mis enamorados hombres pero soy hetero. En lo referente a las mujeres las quiero con los mismos atributos que a los amigos, sumando a ello que deseen verme cada minuto, que se les corte la respiración cuando me ven y que deseen follar a todas horas y en cualquier lugar, es decir (y como solemos decir por estos lares) ‘casi na’.
Así soy yo, un ‘casi na’. Complejo, que no complicado.
- Mama ¿a mi por qué no me gusta el fútbol como a los demás, en vez de montar en moto, subir montañas o viajar?
Mi madre rió y me dijo, siguiendo la broma, que me sucedía esto porque venia de gente ‘bien’ y que me gustaba vivir como a ellos.
Sin denostar a los amantes del balompédico deporte, ni la explicación aparentemente sarcástica de mi madre, yo, realmente, no quería saber el por qué científico, y, para ser sincero, no quería conocer ningún por qué. Cuando lancé esa pregunta que tantas veces había lanzado, sólo me quejaba y a la vez disfrutaba de mi condición de curioso empedernido y enganchado a lo novedoso y a todo aquello que me aporte cualquier cosa positiva a cualquier plazo de tiempo.
Mi vida, en todos sus aspectos, es idéntica a mis aficiones. En cuanto al trabajo, me canso en breve, no aguanto a los jefes, creé mi empresa para dedicarme a lo que creía más me gustaba hace casi seis años sin aguantar órdenes. Hace casi uno puse en marcha mi segunda empresa (todo ello sin ayudas externas y sin dineros ajenos a los conseguidos por mi y mi afán) y todo mezclado siempre, y también revuelto, con mis aficiones: fotografía, literatura y, por supuesto, cine.
Lo mezclo todo, y se ha dado alguna vez el caso de que alguien me ha preguntado a que me dedico y no he sabido que responder ¿fotógrafo? lo soy, ¿publicitario? lo soy ¿guionista? lo soy ¿director? lo soy ¿maestro? lo soy ¿empresario? lo soy… todas estas cosas con trabajos, en mayor o menor grado, que las respaldan.
El ‘no va más’ de mi exigencia, mi inconformismo y mi deseo de lo complejo, que no lo complicado, es el tema de las relaciones sociales y personales. Los amigos los quiero inteligentes siempre, borrachos cuando sea el momento, curiosos a juego con la inteligencia y, sobre todo, amigos. Y, el caso extremo en las relaciones sociales es el tema que se refiere a las féminas, pues, lo siento por mis enamorados hombres pero soy hetero. En lo referente a las mujeres las quiero con los mismos atributos que a los amigos, sumando a ello que deseen verme cada minuto, que se les corte la respiración cuando me ven y que deseen follar a todas horas y en cualquier lugar, es decir (y como solemos decir por estos lares) ‘casi na’.
Así soy yo, un ‘casi na’. Complejo, que no complicado.
domingo, 8 de junio de 2008
Un regalo encima de la mesa.
He encontrado un regalo encima de la mesa. Su envoltorio es curioso y delicioso a la vez. No se lo que contiene. Pero llama la atención. No se si es de alguien, pero está en la mesa. Lo abro con cuidado, de manera ordenada para luego poder envolverlo y dejarlo como estaba, es curioso. Nunca he sido ordenado, pero me ha llamado tanto la atención que temo no volver a dejarlo intacto, porque… ¿y si no es para mi…?
El regalo sigue ahí, después de abrirlo veo que tiene un envoltorio adicional que si retiro me tendré que responsabilizar si dicho regalo no me pertenece, pues nunca será mío y tampoco quedará como estaba… pero si quiero que sea mío debo eliminar ese plástico transparente. Me gusta lo que veo bajo el envoltorio que no esconde nada, que sólo lo protege frente a demasiadas manos.
Es un regalo perfecto, es lo que necesito y, sobre todo, lo que deseo desde hace más tiempo del que me gustaría reconocer.
No se si me pertenece. Me gustaría que alguien me dijera que sí, que es para mi, pero me da la sensación que nadie va a aparecer.
Aparece alguien. Me dice que no es mío, pero es obvio que me miente, le gusta el regalo y lo quiere para si, yo lo espanto, pero todavía no se si es para mi ¿o yo para el?
Creo que es el regalo el que me tiene que elegir a mi o ¿quizás debería quitarle el envoltorio para que me vea?, pero ¿y si al quitar el envoltorio me doy cuenta que no es para mi o no le pertenezco yo a el? Tiene una tarjeta, seguro que contiene el nombre del destinatario, pero si no quito el envoltorio no la podré leer.
El regalo me gusta y creo que le quitaré el envoltorio, aun con la posibilidad de que no sea para mí. Al menos se que si es para mi lo quiero sin envoltorio…
El regalo sigue ahí, después de abrirlo veo que tiene un envoltorio adicional que si retiro me tendré que responsabilizar si dicho regalo no me pertenece, pues nunca será mío y tampoco quedará como estaba… pero si quiero que sea mío debo eliminar ese plástico transparente. Me gusta lo que veo bajo el envoltorio que no esconde nada, que sólo lo protege frente a demasiadas manos.
Es un regalo perfecto, es lo que necesito y, sobre todo, lo que deseo desde hace más tiempo del que me gustaría reconocer.
No se si me pertenece. Me gustaría que alguien me dijera que sí, que es para mi, pero me da la sensación que nadie va a aparecer.
Aparece alguien. Me dice que no es mío, pero es obvio que me miente, le gusta el regalo y lo quiere para si, yo lo espanto, pero todavía no se si es para mi ¿o yo para el?
Creo que es el regalo el que me tiene que elegir a mi o ¿quizás debería quitarle el envoltorio para que me vea?, pero ¿y si al quitar el envoltorio me doy cuenta que no es para mi o no le pertenezco yo a el? Tiene una tarjeta, seguro que contiene el nombre del destinatario, pero si no quito el envoltorio no la podré leer.
El regalo me gusta y creo que le quitaré el envoltorio, aun con la posibilidad de que no sea para mí. Al menos se que si es para mi lo quiero sin envoltorio…
Hemos cambiado...
...el café con leche por el latte de starbucks. El SEAT 127 por el todoterreno coreano. Los hombres se cuidan como mujeres y las mujeres conducen como hombres.
Los hombres, en vez de volvernos más sensibles, nos da por echarnos cremas para seguir siendo tan insensibles como siempre.
Las mujeres fuman más que nosotros y conducen peor si cabe.
Nos imitamos en lo peor, en el miedo a la arruga y al ser segundos en una carrera sin premios. Nos da miedo envejecer junto a alguien o, al menos, permitir la posibilidad de ello. Asimilamos los vicios dañinos y los perjuicios que se han convertido en costumbres en vez de los vicios que nos hacen querer a los otros…
¿Por qué no nos imitamos en la dulzura, en la sensibilidad o en la perseverancia?¿Por qué no aprendemos a mirarnos a los ojos en vez de por encima del hombro? ¿Por qué no hablamos con la persona que compartimos cama o mesa de desayuno en vez de gritarnos en los atascos del martes por la mañana?
Creo que no lo hacemos porque tenemos miedo a descubrir que estamos enamorados o que podemos estarlo en el más amplio sentido de la palabra, pues el que está en frente, seguramente, está más cerca de ser nuestro amante que nuestro enemigo y sucede que el odio y la crueldad creemos controlarlo y sabemos que el amor nos controla a nosotros y nos hace perder deliciosamente nuestro control sobre lo que nos rodea.
Los hombres, en vez de volvernos más sensibles, nos da por echarnos cremas para seguir siendo tan insensibles como siempre.
Las mujeres fuman más que nosotros y conducen peor si cabe.
Nos imitamos en lo peor, en el miedo a la arruga y al ser segundos en una carrera sin premios. Nos da miedo envejecer junto a alguien o, al menos, permitir la posibilidad de ello. Asimilamos los vicios dañinos y los perjuicios que se han convertido en costumbres en vez de los vicios que nos hacen querer a los otros…
¿Por qué no nos imitamos en la dulzura, en la sensibilidad o en la perseverancia?¿Por qué no aprendemos a mirarnos a los ojos en vez de por encima del hombro? ¿Por qué no hablamos con la persona que compartimos cama o mesa de desayuno en vez de gritarnos en los atascos del martes por la mañana?
Creo que no lo hacemos porque tenemos miedo a descubrir que estamos enamorados o que podemos estarlo en el más amplio sentido de la palabra, pues el que está en frente, seguramente, está más cerca de ser nuestro amante que nuestro enemigo y sucede que el odio y la crueldad creemos controlarlo y sabemos que el amor nos controla a nosotros y nos hace perder deliciosamente nuestro control sobre lo que nos rodea.
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