No hace mucho hablaba de un regalo que encontré y que aún no he abierto. El regalo sigue ahí, con el envoltorio transparente que me deja verlo desearlo, si bien no me deja hacer uso de su contenido y que su contenido no sepa de mi existencia, pues lo que sucede es que el último regalo que abrí fue tan delicioso como pernicioso, además que debido a ciertas características mías me producía algún que otro efecto nocivo del que aún estoy recuperándome.
Hace tiempo me dije que, si bien no podía evitar volver a encontrar otro regalo similar o incluso mejor, no me apetecía volver a sufrir tanto como lo hice. Claro está, el contenido del regalo que os hablo cumple todos los requisitos necesarios para hacer que me olvide de todo.
Hoy, para colmo, el regalo ha tomado un cariz nuevo que lo hace más apetecible, si cabe, que antes. La verdad es que este cariz, su olor, siempre estuvo ahí, desde el primer momento. Soy especialmente olfativo, para lo bueno y para lo malo, y cuando establezco un contacto el olor me hace marcar un comportamiento concreto hacia su productor, por supuesto añadido a otros factores. El olor del regalo que aún no se si será mío, o yo suyo, o, lo mejor, ambas cosas, me resultaba familiar desde que me aproximé a su contenido, algo que si bien yo no había querido reparar en el por diferentes motivos, hace tiempo que estaba ahí. Ese olor conocido, pero al que o lograba dar nombre, me inundaba y me inunda, me obsesionaba y me obsesiona, me enamoraba y me enamora. Ese olor esta noche, cuando iba en mi coche, despacio y respirando el aire de la calle, lo he identificado: ¡Su aroma es el de una noche de verano!, como comprenderéis el corazón ha empezado a palpitar más allá de lo apetecible y, a la vez, de la manera más deliciosa del mundo…

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miércoles, 25 de junio de 2008
domingo, 8 de junio de 2008
Un regalo encima de la mesa.
He encontrado un regalo encima de la mesa. Su envoltorio es curioso y delicioso a la vez. No se lo que contiene. Pero llama la atención. No se si es de alguien, pero está en la mesa. Lo abro con cuidado, de manera ordenada para luego poder envolverlo y dejarlo como estaba, es curioso. Nunca he sido ordenado, pero me ha llamado tanto la atención que temo no volver a dejarlo intacto, porque… ¿y si no es para mi…?
El regalo sigue ahí, después de abrirlo veo que tiene un envoltorio adicional que si retiro me tendré que responsabilizar si dicho regalo no me pertenece, pues nunca será mío y tampoco quedará como estaba… pero si quiero que sea mío debo eliminar ese plástico transparente. Me gusta lo que veo bajo el envoltorio que no esconde nada, que sólo lo protege frente a demasiadas manos.
Es un regalo perfecto, es lo que necesito y, sobre todo, lo que deseo desde hace más tiempo del que me gustaría reconocer.
No se si me pertenece. Me gustaría que alguien me dijera que sí, que es para mi, pero me da la sensación que nadie va a aparecer.
Aparece alguien. Me dice que no es mío, pero es obvio que me miente, le gusta el regalo y lo quiere para si, yo lo espanto, pero todavía no se si es para mi ¿o yo para el?
Creo que es el regalo el que me tiene que elegir a mi o ¿quizás debería quitarle el envoltorio para que me vea?, pero ¿y si al quitar el envoltorio me doy cuenta que no es para mi o no le pertenezco yo a el? Tiene una tarjeta, seguro que contiene el nombre del destinatario, pero si no quito el envoltorio no la podré leer.
El regalo me gusta y creo que le quitaré el envoltorio, aun con la posibilidad de que no sea para mí. Al menos se que si es para mi lo quiero sin envoltorio…
El regalo sigue ahí, después de abrirlo veo que tiene un envoltorio adicional que si retiro me tendré que responsabilizar si dicho regalo no me pertenece, pues nunca será mío y tampoco quedará como estaba… pero si quiero que sea mío debo eliminar ese plástico transparente. Me gusta lo que veo bajo el envoltorio que no esconde nada, que sólo lo protege frente a demasiadas manos.
Es un regalo perfecto, es lo que necesito y, sobre todo, lo que deseo desde hace más tiempo del que me gustaría reconocer.
No se si me pertenece. Me gustaría que alguien me dijera que sí, que es para mi, pero me da la sensación que nadie va a aparecer.
Aparece alguien. Me dice que no es mío, pero es obvio que me miente, le gusta el regalo y lo quiere para si, yo lo espanto, pero todavía no se si es para mi ¿o yo para el?
Creo que es el regalo el que me tiene que elegir a mi o ¿quizás debería quitarle el envoltorio para que me vea?, pero ¿y si al quitar el envoltorio me doy cuenta que no es para mi o no le pertenezco yo a el? Tiene una tarjeta, seguro que contiene el nombre del destinatario, pero si no quito el envoltorio no la podré leer.
El regalo me gusta y creo que le quitaré el envoltorio, aun con la posibilidad de que no sea para mí. Al menos se que si es para mi lo quiero sin envoltorio…
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