Tener hijos es como la buena pornografía. Cuando ves porno esperas ver cosas que no has podido, que hace tiempo que no haces o que te gustarían hacer.
Cuando se tienen hijos se suele proyectar lo que a uno le hubiera gustado ser o llevar a cabo o, en este caso, se intenta que los vástagos no cometan los mismos errores que sus padres para que estos nuevos proyectos de adultos lleguen a ser lo que ellos no han sido. Suele ser el error de la mayor parte de los padres y todo esto lleva a las generaciones contiguas a estar en un conflicto constante, pues uno ve en el hijo su último cartucho para ser lo que no fue mientras el otro ve en su padre el mayor impedimento de ser él mismo.
Por que todos, como hijos, necesitamos equivocarnos, elegir nuestro camino y, si bien es cierto que la experiencia paterna puede ayudarnos a ser mejores y a vivir mejor (no siempre esta parece ser la norma más habitual) no es suficiente para que las generaciones nuevas permitan que las ‘adultas’ les hurten su rol y sus experiencias vitales más personales.
Así que, los que ya sois padres pensad, como en la dedicatoria a León Werth en el principito, que una vez fuisteis niños, a los que lo seáis algún día tomad nota de alguien que, por su día a día convive con el conflicto y los niños, no penséis en cuando seáis adultos, pues ya tendréis tiempo de lamentar serlo.
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