martes, 27 de enero de 2009

Algunas veces, bueno, en realidad casi siempre.

Algunas veces, bueno, en realidad casi siempre, cuando voy por la calle, sobre todo cuando paseo sin rumbo, pensando en cualquier cosa, que aunque sea importante deja de serlo en si por ser únicamente un pensamiento sin compartir, disimulo ante los desconocidos con los que me cruzo o con los que creo pueden observarme, disimulo como si llevara algún rumbo, algún objeto fijo, como si el final de mi caminata en solitario no fuera simplemente pasear y hablar un rato conmigo mismo, como si el final de ese trasiego fuera un momento de encuentro con otros con los que me gustaría que entendieran como me siento cuando paseo sólo.

Ese sentimiento, el del paseo en solitario con un disimulo que seguramente no le interese a nadie, lo he encontrado hoy, después de uno de esos paseos, en un libro que acabo de empezar a leer y he descubierto o, mejor dicho, he recordado porque me resultan tan mágicos los libros. La magia de los libros no está en que me hacen imaginar historias que no vivo ni viviré, pues ahora sigo el camino de vivirlas todas, si no por el hecho de vivir y leer sentimientos que, en mi falta de referencias o de modestia, suelo creer genuinos de mi persona y de cuatro más…

Quiero dar gracias a esos montones de hojas, a los autores que pusieron unas letras detrás de las otras en momentos que seguramente les fueron más de sufrimiento que de encanto, todo con el único fin de parir pensamientos suyos, que quisieron compartir conmigo, con muchos y, sobre todo, con ellos, porque, como yo, pensaban que, si bien eran propios, tenían que hacerlos llegar a otros, iguales o diferentes, que los escucharan como si de ellos mismos.

1 comentario:

Los viajes que no hice dijo...

Por eso son maravillosos los libros. Porque resulta que de pronto encuentras en ellos algo que tú sentías y que no sabías que sentías hasta que lo lees... o a lo que no le habías puesto palabras hasta entonces.