sábado, 7 de mayo de 2011

Mi pueblo está cambiando, ¡que bonito está quedando!



Lo tengo comprobado. Está todo en obras. Máquinas que no se veían desde hace cuatro años se vuelven a ver. Son máquinas que asfaltan, que pintan o que hormigonan. También hay trabajadores de plaza fija que aparecen por lugares que no conocían y trabajadores ocasionales que trabajan por unos días. Se vuelven a tomar obras que hace tiempo que cogían polvo o se inician otras nuevas que pronto (en unos quince días) lo criarán. Otras obras terminadas hace meses esperan a estos días al maravilloso corte de cinta, a descorrer la cortinilla de la placa y a las fotos de rigor.


Mi pueblo está quedando precioso. Está lleno de policías haciendo su trabajo, algo poco común, y lo que es menos común es que se ven unos seres trajeados y cercanos a los vecinos, vecinos que no los conocen o que los conocieron hace unos días al verlos en grandes carteles en los que estaban acompañados de coloridas siglas.


¿Qué cual es mi pueblo? Que mas da. Es el mío o el tuyo, su nombre puede ser cualquiera, pues la única condición es que en breve se celebren en él elecciones.


La pena es que esto, lo de ver que se hacen cosas buenas por nuestros pueblos o ciudades, solo se ve cada cuatro años, pero, como diría alguno de los señores de las pancartas “eso es más que nada”, ¡panda de impresentables! (los primeros nosotros por votarlos).

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