Hace tiempo que mantengo, y sigo manteniendo, que el orgullo de uno mismo te hace crecer y que si creces eres más feliz porque te sientes realizado y que si eres feliz de verdad haces feliz a los demás y como yo creo en eso de la ‘cadena de favores’ entre todos hacemos un mundo más feliz.
Por eso, hoy, cuando me he levantado a ver la final de baloncesto en las olimpiadas, porque me encanta ese deporte y la competición en general, además de disfrutar de la mejor selección de baloncesto de todos los tiempos en nuestro país, que está al nivel de la mejor selección de todos los tiempos (con el permiso de los Jordan, Johnson y compañía de mi infancia), además de maldecir a los árbitros que son más arbitrarios que nunca (los americanos no necesitan favores ¿o si?)… además de todo he notado ese bichito que te pica en la nuca, el mismo orgullo que me hace crecer todos lo días y que me hace ser feliz, y lo he notado por un equipo que hace que en este país no nos estemos justificando ante la derrota y peleemos hasta el último minuto.
Para los que piensen que esto e lo que hablo es patriotismo: sí, lo es, pero nada más lejos del fascismo que ha intentado hacer de la palabra la patria su exclusivo baluarte. Este orgullo es el mismo que os comento que nos hace más felices y que cuando lo conseguimos lo podemos volcar en los demás. Porque los fascistas se aprovechan de la desunión de los que no son como ellos que tienen miedo a parecer corporativistas y fascistas y que se quedan en la demagogia y en la susodicha desunión.
Por eso, hoy, estoy orgulloso de ser y de ser español como los del baloncesto, porque no por ello soy menos de izquierdas y menos solidario, porque por ganar mato el gusanillo de animal y de competitividad y que todos tenemos y me hace sentir bien y que nos hace competir todos los días y esto es lo que al final nos hace ser mejor.
¡Ajúa!
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