Hace varios días que tengo una sensación extraña. Cuando voy por la calle, casi siempre en coche, miro por la ventanilla de una manera diferente. Pero hasta hoy no me he dado cuenta que buscaba mi mar.
Buscaba mi mar al igual que lo hacía Antoine Doinel en Los 400 golpes. Lo buscaba y, como él, sin saberlo. Desde las rejas del reformatorio él miraba hacia fuera sin saber que cerca estaba el mar que tanto quería ver.
Yo espero ver algún día mi mar, sin rejas.
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